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Mi bebé tiene mamitis

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Mamá, esto te sonará: tu bebé te llama a todas horas, cocinas con él en brazos, te persigue vayas donde vayas y sólo quiere que tú seas quien le bañe, le dé de comer o le lea cuentos, si está en el parque te busca con la mirada, sólo tú eres capaz de calmar su angustia y no quiere los brazos de nadie más. No pasa nada grave, tan solo es que tu hijo tiene mamitis. En algunos momentos, aunque te encante ser la preferida, puede ser una situación un poco agobiante, pero solo es cuestión de tener un poco de paciencia y confiar en que se le pasará.

El periodo de la mamitis comienza sobre los 10 meses, y se termina por norma general sobre los tres años. Cada madre lo vive de una manera, según el tiempo que tenga, si trabaja fuera de casa o en ella, y también según el grado de demanda que tenga su bebé.


Etapas

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Conviene señalar que esta mamitis tiene etapas, y no es lo mismo un bebé que un niño de casi tres años. Para un recién nacido, sentirse cerca de su madre, notar su calor, oír su voz y sentir sus caricias es una necesidad vital, básica, para crear el vínculo afectivo que se inicia desde la concepción y se alarga toda la vida. Es estos primeros meses los bebés sonríen a todo el mundo, pero llega un momento sobre los cinco meses en el que buscan a su madre para conseguir su bienestar, y ya con nueve meses les suele embargar una terrible ansiedad si se les separa de su madre y comienzan a llorar desconsoladamente porque sienten que sin ella les falta protección y seguridad. Empieza así un periodo de mamitis, cuyo punto álgido se alcanza sobre los 14 meses, que sufren tanto niños como niñas y que dura hasta más o menos los tres años de edad.

Los motivos de este comportamiento pueden parecer contradictorios, puesto que justo cuando más independencia empiezan a mostrar los niños, más parecen necesitar cerca a su mamá. Con ella cerca se sienten seguros para explorar, para hacer amigos, para descubrir el mundo… todo esto les atrae enormemente, pero siempre y cuando tengan cerca a su madre, a la persona en la que más confían y que representa para ellos la estabilidad. No son capaces de imaginarse sin ella, y les angustia pensar que si alcanzan la independencia sin ella dejarán de sentirse seguros.

Cerca de su primer cumpleaños, el niño empieza a tener más independencia: gatea o camina y ya puede explorar el mundo a su antojo. Sin embargo, quiere tener a su mamá cerca; saber que ella está allí le hace sentirse bien. Cuando empieza a hacer amigos, a pasar más tiempo con otros niños, el apoyo de su madre le da seguridad: ella se convierte en el punto de partida para entablar nuevas relaciones. Según van madurando, los niños ya son capaces de comprender que su madre siempre estará ahí mientras ellos se hacen cada vez más y más independientes, e irán mostrándose cada vez más autónomos. Piensa que a esa edad aún no tienen desarrollada la noción del tiempo y creen que cuando algo no está al alcance de su vista, no volverán a verlo.


La figura de la madre


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Aunque para la madre la mamitis resulta agotadora, para el niño es todo un logro ya que ha aprendido a confiar en alguien que le da seguridad. Su madre es una figura de apego, el trampolín que utilizará para explorar otras relaciones y solo necesita un poco de tiempo para poder confiar en otros. Este comportamiento no significa que rechace al padre, simplemente piensa que ante situaciones inseguras, su madre es la única que sabrá protegerle. Él tan solo expresa lo que quiere, y sabe que con su madre todo es más fácil.

Hay además determinadas situaciones que agravarán la mamitis, como si de repente se le hace menos caso: la llegada de un hermanita, la incorporación de la madre al trabajo, un divorcio, el comienzo del cole… son situaciones que muy probablemente agravarán la mamitis. Llaman la atención haciendo que todos sus cuidados recaigan sobre ella, ya que piensan que su madre se ha olvidado de él y la reclaman, incluso más antes. Trátale con cariño, apóyale y demuéstrale que aunque haya cosas nuevas en su vida, tú siempre le querrás y protegerás.


Cómo mitigar la mamitis

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Aunque es una reacción instintiva y que se va pasando, hay algunas formas de mitigar la mamitis. Lo más importante es que tu hijo o hija se dé cuenta de que aunque tú no estés, él puede seguir adelante. Esto lo puedes conseguir reforzando su autonomía y su independencia, aunque no es algo que se consiga de un día para otro, y necesita grandes dosis de paciencia y amor. Enfadarse con él no sirve de nada, porque aumentará su dependencia al sentirse más inseguro.

La mamitis no es mala, pero si por ejemplo tienes que incorporarte al trabajo pronto, puede ser buena idea que el bebé se vaya acostumbrando a estar algunos ratitos con otras personas, que se encargue el padre de la hora del baño, por ejemplo, o la abuela. Pasar tiempo con amigos, tíos y otras personas que le quieren harán que poco a poco vaya aprendiendo a socializar y a disfrutar con otras personas, lo que hará que sienta menos angustia cuando no esté cerca de ti. Además, cuando ya se siente y se entretenga con sus juguetes, puedes probar a dejarle jugando y, sin dejar de hablarle, seguir haciendo tus cosas en otra habitación, de modo que él se dé cuenta de que aunque no estás a su lado, no te has olvidado de él.

Además, si poco a poco le vas dejando con otras personas pequeños ratos, y cumples tu promesa de volver enseguida, él verá que puede confiar en que volverás siempre a por él. Algo muy importante es que siempre te despidas de él, hablándole con cariño y explicándole cuándo volverás; aunque aún no te comprenda, tu tono firme y tranquilo le calmará. Irte sin despedirte, a escondidas o decir que vuelves enseguida y luego tardar horas, no harán sino aumentar su angustia. Cuando le vuelvas a ver, demuéstrale mucha alegría y dale un abrazo fuerte, que sepa que aunque pase algún tiempo sin ti, cuando vuelvas serás la de siempre; puede que al principio muestre indiferencia, pero terminará por mostrarte lo feliz que se siente contigo.


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