Diferencias de dormir en verano y en invierno
La temperatura ideal de la habitación para dormir debe estar entre los 15 y los 22 grados, aunque en verano la temperatura puede no bajar de los 26 grados, lo que edificulta conciliar el sueño.
Ventajas e inconvenientes de dormir en verano
En verano, las altas temperaturas, el cambio de horario y alimentación, el mayor número de horas de luz y las siestas son las causas más frecuentes de insomnio. Cuando la temperatura exterior supera los 40 grados y el interior de la casa se ha convertido en un horno que no baja de los 30 grados, dormir es una misión imposible. El cuerpo comienza a reaccionar cuando alcanza los 26 grados. La forma que tiene de bajar la temperatura corporal es a través del sudor, lo que impide que podamos dormir con comodidad.
Para combatir el calor en la cama la solución está en prescindir del pijama. Dormir desnudos tiene consecuencias positivas en el organismo. Para empezar, facilita el descanso, porque no se suda tanto como si llevamos pijama. Es más relajante, porque se libera oxitocina, que es la hormona que combate el estrés y la depresión, y melatonina, la que regula nuestro reloj biológico.
El aire acondicionado es un buen aliado en verano para facilitar el descanso, pero conviene tomar algunas precauciones en su uso para evitar enfriamientos. En primer lugar, hay que controlar que el caudal de aire no vaya directamente sobre la cama y usar un programa nocturno que se desconecta cuando alcanza la temperatura adecuada. Tampoco bajar nunca de los 24 grados.
Ventajas e inconvenientes de dormir en invierno
Para alcanzar la temperatura idónea para dormir en invierno los médicos aconsejan para regular la temperatura del cuerpo el uso de edredones. Su misión no es calentarnos, sino reducir la pérdida del calor de nuestro propio cuerpo. Es mejor regular la temperatura del cuerpo cubriéndonos con un edredón o una manta que dormir con la calefacción encendida, aunque si la temperatura de la habitación es muy baja es necesario tener alguna fuente de calor. Si la temperatura ambiental es fresca es más fácil dormir y, además, la calidad del sueño será mejor, porque dormiremos profundamente.
Un problema de dormir en invierno es que al bajar la temperatura del cuerpo se quedan fríos los pies y las manos. Si en verano sacar los pies de la cama contribuye a refrigerar el cuerpo, en los meses de frío es necesario tener los pies calientes si queremos dormir plácidamente. Las mantas y almohadillas eléctricas son una solución para calentar los pies de forma segura y rápida.
También se debe utilizar ropa de cama adecuada a cada estación para facilitar el sueño. En verano hay que utilizar sábanas de tejidos suaves de hilo y algodón mientras que en invierno es recomendable recurrir a sábanas de franela, que mantienen caliente la cama, o nórdicas.
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